El diagnóstico en neuropsicología

El diagnóstico en neuropsicología

La llegada del diagnóstico no es fácil. Es una responsabilidad de parte del profesional poder descubrirlo y, a la vez, es un desafío arduo para la familia poder aceptarlo. Sin embargo, un diagnóstico puede ser muchas cosas, excepto una condena. Quitemos el peso negativo del diagnóstico, abracémoslo.

El diagnóstico tiene mala prensa. Se lo toma como una etiqueta que condena, que discrimina, que estigmatiza. Se le tiene miedo al diagnóstico, como si fuera una sentencia de muerte...

En el mundo neuropsicológico el diagnóstico es la piedra fundamental de todo tratamiento. Es la roca madre, el inicio de todo. No sólo el principio, sino también es brújula, es guía, es camino. El diagnóstico nos permite a los profesionales estructurar el tratamiento, evaluar los objetivos de trabajo e, incluso, las herramientas que vamos a utilizar. El diagnóstico también es, entonces, linterna. Da luz sobre una oscuridad que no permite adentrarse para descubrir la salida.

Sin embargo, no cualquier diagnóstico es el indicado. El diagnóstico explica por qué a una persona le pasa lo que le pasa... por qué presenta los desafíos que está teniendo, y de qué manera puede soslayarlos, compensarlos, superarlos. Entonces, como profesional de la salud especializada en neuropsicología, me veo en la obligación de buscar EL MEJOR DIAGNÓSTICO... no cualquiera, no uno que "deje tranquila" a la familia, a la escuela, a la persona. No, debemos encontrar EL diagnóstico que explica la totalidad de la sintomatología, de la mejor manera. Por eso, no cualquier diagnóstico es el indicado... 

Tenemos una gran responsabilidad al nombrar aquello que le pasa a nuestros/as pacientes. Porque todas las estrategias que se utilicen a continuación, serán pensadas en base a ese diagnóstico. El pronóstico de ese/a paciente, incluso en salud mental, dependen de ese diagnóstico... y cuanto antes se sepa, mejor.

Por ello, para encontrarlo, debemos arbitrar todos los medios apropiados para diagnosticar. Debemos evaluar con las herramientas diseñadas para tal fin, y validadas científicamente. Por mucho que sepa un profesional, debe recurrir a las herramientas que certifiquen, de forma objetiva, su mirada clínica.

Por todo esto es que convoco a la reflexión a los/as profesionales, les propongo capacitarse siempre, actualizarse y supervisar, antes de firmar un diagnóstico. Seamos responsables.

Y por otro lado, a las familias les digo: no teman al diagnóstico. Agradezcan que surge esa brújula que les va a marcar el camino para mejorar la calidad de vida de toda la familia y reducir la angustia con la que llegan a la evaluación. Apóyense en los/as profesionales que les brindan todo su conocimiento. Confíen. Cuanto antes, mejor.

La llegada del diagnóstico no es fácil. Es una responsabilidad de parte del profesional poder descubrirlo y, a la vez, es un desafío arduo para la familia poder aceptarlo. Sin embargo, un diagnóstico puede ser muchas cosas, excepto una condena. Quitemos el peso negativo del diagnóstico, abracémoslo.

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